El elefante de 2 patas

El elefantito nació - como todos los elefantitos -  con 4 patas vacías. No sabe andar. Durante su vida, tendrá que llenarlas para conseguir estabilidad y ser capaz de sostener su mundo. 

Los primeros años se centra en  dos de ellas. En la primera, coloca su padre, su madre, su juventud, su despreocupación. Las otras tres no le parecen muy necesarias. Para tener buena conciencia, alberga en la segunda algunos amigos. Uno, dos, no más, tendrá muchas ocasiones de recibir otros . ¡ Su mundo es ligero como una pluma, caminar con 2 patas le parece suficiente y tan natural!

Los años siguientes, quiere afirmarse y por eso trabaja en la tercera. La rellena de diplomas, de poder, de dinero. Esta pierna pesa mucho y le molesta en sus movimientos. Sin embargo, jamás ha sido tan fuerte ¡ Su mundo le parece tan fácil de llevar! Lo lanza muy alto, sin temer verlo despegarse. A partir de ese momento, empieza a sentir dolores en la primera pierna, como hormigueos. No lo tiene en cuenta, está demasiado ocupado en divertirse. Es su pierna más fuerte, ¿por qué inquietarse? Pero el dolor crece, la despreocupación se escapa, los padres se mueren. Su pierna está enferma, tan enferma que no tiene otra elección que amputarla.

El mundo sobre su espalda vacila, a punto de derrumbarse. La pierna que perdió era la de su juventud. La pierna que más quiere. Pero el elefante tiene muchos recursos, y aunque muy vacilante, se empeña en construir lo que hubiera sido su último pie. Lo rellena de felicidad, de gritos y de risas. Esa pierna contiene toda su intimidad. Al cabo de algunos años, nuestro elefante de tres patas se  ha recubierto de estabilidad: una familia, amigos, una actividad. Pero un día su pata de plata lo hace tropezar. El elefante pierde el equilibrio y cae, cae… hasta encontrarse en una nueva humanidad.

Se frota los ojos, no reconoce nada. Su entorno ha cambiado en todo. Se siente sin peso.¡ Está en un mundo sin gravedad! Aquí su pata de plata es completamente inútil.¡ Ha recubierto su libertad, ahora cada uno de sus movimientos le parece tan fácil! Pone la cabeza abajo, hace piruetas. Su mundo rebota sobre su espalda, su vientre, sobre su cabeza. Se ríe, llora, no sabe bien donde está y saca provecho de su nueva libertad. 

Esta despreocupación súbita le recuerda - no sin un vuelco en el pecho - sus primeros años y su inocencia. Pero este éxtasis no puede ser más que efímero, después de todo, es de la raza de los elefantes: para llevar su mundo, tiene que recobrar el equilibrio. ¿ Pero en la ingravidez, donde agarrarse?

Utiliza entonces toda su creatividad para inventar su nueva estabilidad. Decide agarrarse a sus sueños y así transformarlos en realidad.

Si lo pensamos bien, es rarísimo encontrar elefantes de cuatro patas. Finalmente encontramos mucho más paquidermos de dos patas llevando sobre la espalda, mundos en equilibrio inestable. 

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